Por qué los huracanes no golpean Sudamérica


Cada año, se forman entre 10 y 15 huracanes en el océano Atlántico. De ellos, al menos la mitad alcanzan categoría de huracán mayor, con vientos superiores a los 178 km/h.

La mayoría impacta en el Caribe, América Central y el sureste de Estados Unidos, dejando a su paso daños millonarios y miles de evacuados.

En contraste, Sudamérica parece un territorio inmune a este tipo de tormentas. En más de un siglo de registros meteorológicos, solo se ha documentado un caso confirmado de un huracán que tocó tierra en la región: ocurrió en Brasil en 2004. Un dato que sorprende, teniendo en cuenta la cercanía geográfica con zonas altamente afectadas.

Este fenómeno ha captado la atención de la ciencia, que busca entender por qué una región tan extensa, con más de 6.900 km de costa atlántica, permanece al margen del paso de estos gigantes atmosféricos.

Según el sitio El Universal de México, esta aparente inmunidad no es producto del azar, sino el resultado de una combinación de factores climáticos y oceánicos que dificultan tanto su formación como su trayectoria hacia el subcontinente.

Los huracanes, que surgen a partir de sistemas de tormentas eléctricas sobre aguas oceánicas cálidas, tienden a desplazarse hacia el oeste a medida que el aire cálido y húmedo asciende desde la superficie del mar formando remolinos.

Este patrón se observa con frecuencia en el hemisferio norte del océano Atlántico, donde confluyen las condiciones necesarias para su formación. Sin embargo, en el hemisferio sur, particularmente en el Atlántico sur, estas condiciones son muy distintas.

Uno de los elementos clave que explica esta diferencia es la ausencia de la Zona de Convergencia Intertropical en esa parte del Atlántico. Esta franja nubosa, que rodea al planeta de manera fragmentada, actúa como una incubadora de tormentas en el hemisferio norte y está prácticamente ausente o muy debilitada en el hemisferio sur.

Según explica el meteorólogo John Morales, director de Meteorología de NBC en Miami, esta zona es la responsable de originar lo que se conoce como las “semillas” de huracanes.

A este factor se suma otro determinante: la temperatura superficial del océano Atlántico sur que, en promedio, es más baja que la del norte, lo que inhibe la acumulación de energía necesaria para que una tormenta se intensifique.

Además, los vientos en altura soplan con una intensidad tal que desestabilizan cualquier sistema en formación. Según datos de la NASA, estos vientos pueden superar en hasta 32 km/h a los vientos en la superficie, provocando un “corte vertical” que interrumpe el desarrollo de la tormenta.

Con este escenario, la formación de huracanes en Sudamérica resulta extremadamente improbable. No obstante, la historia meteorológica registra una excepción notable.

Como ya se dijo, en 2004, un fenómeno sin precedentes sorprendió a la comunidad científica: un huracán se formó frente a la costa sur de Brasil y tocó tierra entre los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina. Fue el primero registrado en esa región y su aparición generó controversia entre especialistas de Brasil y los Estados Unidos.

El evento fue clasificado como un huracán de categoría 1, con vientos que oscilaron entre los 120 y 150 km/h, según estimaciones del satélite QuikScat de la NASA.

Aunque oficialmente no recibió nombre, en Brasil se lo bautizó “Catarina”, en alusión al estado de Santa Catarina. El paso del huracán dejó al menos tres víctimas fatales, decenas de miles de evacuados e importantes pérdidas económicas por las inundaciones que generó.

Según Morales, se trató de una “asombrosa excepción” que reafirma cuán infrecuente es la formación de este tipo de tormentas en el Atlántico sur.

En cuanto al norte de Sudamérica, países como Colombia y Venezuela pueden ocasionalmente recibir los efectos indirectos de ciclones originados en el Caribe. Sin embargo, en la mayoría de los casos, sus trayectorias tienden a desplazarse más hacia el norte, lo que reduce considerablemente el riesgo de impacto directo en esas costas.

Así, Sudamérica se mantiene, en términos generales, al margen del devastador poder de los huracanes. Una rareza climática que, por ahora, sigue vigente.

Fuente: www.clarin.com

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